jueves, 6 de mayo de 2010

Te escribo porque sé que me lees, porque me salen mejor las letras que las palabras por los labios y es que se me ha hecho hábito guardar silencio y resignarme a lo que me regala la vida.

Igual me acostumbré a quedarme al margen de tu vida, a que cuando me veas solo sea por el rabillo del ojo como no queriendo la cosa y sabemos que es lo mejor aunque a veces he llegado a tener mis dudas. Por eso comencé a creer en los fantasmas.

Quizá no fuí, quizá no fuiste, quizá solo nos faltó mucho más voluntad y un poquito más de ganas de arriesgar. Quien dice que todos podemos brincar al vacío sin pensar dos veces.

Hoy me entrego a lo inevitable como en un sacrificio humano, con mis ataduras invisibles en las manos. He aprendido a mirar a otro lado cuando me preguntan y a fingir que no pasa nada.

Yo sé porque todos lo dicen que mañana será otro día, pero los días nunca fueron el problema sino las noches.

1 comentario:

Sergio D. dijo...

las noches, interminables, asfixiantes, humeantes noches... digo, no lo se de cierto, pero lo supongo... sin embargo, creo que lo unico inevitable es que todo es posible...